LA FAMILIA: Vista en HD
- Carlos Santiago Cano Rodas. Terapeuta familiar y
- 8 dic 2015
- 6 Min. de lectura

“Los antropólogos de la vida cotidiana han observado con razón que el televisor ha pasado a sustituir, en la estructura del espacio hogareño, el lugar y la función de la antigua chimenea. Antaño la familia se congregaba en torno a ella y focalizaba su mirada en las llamas. Y a su vera la abuela contaba cuentos a sus nietos, que eran plenamente interactivos, porque los niños podían preguntarle qué hizo después la bruja o dónde se escondió la princesa. […]Pero la pantalla del televisor, con su luz fría, ha pasado a reemplazar el foco ígneo de la chimenea en el corazón de la familia y a imponerle sus temas de conversación despersonalizados” (Román Gubern. 2000).
Hablar hoy de la televisión como el mayor representante de las tecnologías de la información y la comunicación, parecería ingenuo y en cierto sentido nostálgico. Anteriormente existían muchos dispositivos para una sola función: radio-transistores, tocadiscos, caseteras, mp3, discmans, walkmans, televisores, Betamax, VHS, laser discs, DVD’S, blue rays, telégrafos, teléfonos, faxes, correo postal, impresoras, escáner, copiadoras… Todos ellos convergen en uno solo: El teléfono inteligente que cobra todo su potencial y valor gracias a la Internet. Poder acceder así, a un click de distancia a toda la información y programación que ofrecen diversos medios, definitivamente ha cambiado las reglas del juego. Cada vez más, los niños -nativos digitales-, se van desligando del concepto de parrilla de programación puesto que la información está colgada allí y solo hay que dar clic para obtenerla. Este cambio en apariencia mínimo, ha significado una revolución de las dinámicas individuales y familiares, de las rutinas y los hábitos. Cada vez es más difícil establecer la línea que separa la vida cotidiana, aquella que se construye en el día a día mediante la consolidación de vínculos humanos reales y la dimensión paralela que transcurre entre pixeles y pantallas de alta definición.

Cuando un canal nacional privado cumplió diez años al aire, celebró el acontecimiento con una serie de videos comerciales que presentaban diversas situaciones de la vida cotidiana: Una señora armada con una escoba explorando su casa en busca de intrusos, una empleada doméstica planchando ropa, una joven haciendo las tareas en su cuarto, un hombre vistiéndose en la mañana… y de un momento a otro, aparecían presentadores y personajes de telenovelas que se integraban jocosamente a sus actividades, mientras una voz en off terminaba diciendo: “Diez años de la mejor televisión”. El mensaje más claro que directo manifiesta la irrupción en la vida real y cotidiana de la que hablaba el filósofo español en el Eros Electrónico, haciendo uso del humor, la fuerte necesidad de contacto emocional con las celebridades y lo inquietante que resulta ver a dichos personajes en situaciones tan fuera de lo común.
A diferencia de la chimenea, la televisión y más aún la convergencia digital encarnada en los “dispositivos inteligentes” pronto saltaron del lugar social que se les tenía reservado en la sala y fueron invitados, siendo completos extraños, a compartir los espacios más significativos en los que se construye la identidad familiar y el vínculo afectivo: El comedor y los cuartos.
Según una encuesta realizada por el DANE en 24.090 hogares de todo el país, la televisión solo es superada por la estufa entre la lista de los electrodomésticos preferidos por los colombianos, lo que sin duda es superado ampliamente por el uso de los dispositivos inteligentes que cada día logran una mayor penetración en nuestro país. Colombia es el país en Latinoamérica con un mayor consumo de televisión paga: Un 74% en el estrato bajo y un 91,2% en el alto, según datos del IBOPE*) en 2012. Estos datos ciertamente podrían dar una idea de los hábitos que son desplazados por las pantallas, como la lectura, el deporte, el estudio… y ni qué decir de aquellos que involucran los vínculos familiares y afectivos.

La atención que merece la “luz fría” de la pantalla es uno de los cambios más sutiles que podrían darse en la dinámica familiar y en los procesos individuales de aprendizaje y atención. Basta con mirar por la ventana hacia los apartamentos vecinos para presenciar el destello constante de los televisores encendidos y presumir entonces el silencio de los espectadores. ¿Cuántos diálogos frustrados, cuántas explicaciones postergadas, cuánto cariño distraído? Son pocas las horas que quedan al final de la jornada para lo que constituiría el ser y hacer familia. Estas horas que son desplazadas poco a poco por las tecnologías de la comunicación, -vaya paradoja-, son el más preciado tiempo, aquel que se podría invertir en la siembra de recuerdos, vivencias, diálogos, conflictos y todo lo que estos como oportunidad significan, afectos, manifestaciones de cariño que luego darán una idea de qué tan feliz fue la infancia y la vida familiar.

El tiempo invertido en la consolidación de los vínculos familiares, será siempre una buena inversión, ya que representa ganancias tanto en el corto como en el largo plazo y beneficia todas las áreas del ser y de la familia como sistema. La afectividad, la administración del hogar, la satisfacción de las relaciones que se establecen entre los subsistemas parental, conyugal y fraterno, presentan un reto para la organización familiar que requiere a su vez, una nueva manera de enfrentar el día a día. “Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”, palabras de Albert Einstein, que bien podrían ser una voz al oído. Sería esta una oportunidad para reflexionar acerca del tiempo en familia, del tiempo para el amor, para el perdón, para la creatividad, para la resolución de viejos o nuevos conflictos, para el disfrute de las etapas que traen con los años nuevos descubrimientos y aprendizajes sin límite… La familia entonces, podría estar en el riesgo de estar cediendo su preciado recurso del tiempo en una actividad pasiva y de bajo filtro que no requiere mayores esfuerzos ni permite el desarrollo de mecanismos de socialización y fortalecimiento del afecto.
“Nunca habíamos estado tan lejos de los cercanos, para estar tan cerca de los lejanos”… (Autor desconocido).
Uno de los asuntos más tratados - y en ocasiones maltratado - en el infinito mundo de las pantallas es precisamente la familia y todo lo que gira a su alrededor. Resulta frecuente sin importar el formato o el tiempo que se le dedique al “entretenimiento”, escuchar frases típicas relacionadas con los hijos, el matrimonio, el amor, la convivencia familiar, etc. Este contenido presentado en formas siempre novedosas y atractivas, deja una idea más o menos firme, sólida y generalizada de aquellos sentimientos que acompañarán las actitudes culturales respecto a la dimensión familiar y afectiva.
Teniendo en cuenta que según (Kidshealth.org) “En los Estados Unidos, los niños miran la televisión una media de 4 horas al día, el doble de lo que recomienda la Academia Americana de Pediatría como máximo”, valdría la pena indagar acerca de los efectos que esto pueda traer en el comportamiento, los hábitos de vida saludable de la familia y su relacionamiento con el entorno, teniendo en cuenta que esta cantidad de tiempo, ha sido rebasada gracias a la entrada de otros dispositivos más portátiles y personalizados.

Hoy existe una gran preocupación por la salud mental de los niños y adolescentes, su comprensión de la realidad y dificultades en el relacionamiento que a todas luces denotan un tremendo vacío en la calidad y cantidad de acompañamiento de los padres de familia y adultos responsables. Sin embargo, las tecnologías muchas veces cumplen el papel de niñeras electrónicas ofreciendo mensajes y aprendizajes contrarios a lo que un padre de familia responsable esperaría. El estado y por supuesto las familias responden a la reciente ola de bullying, sexting, violencia escolar, consumo temprano de alcohol, entre otros síntomas contemporáneos, con campañas culturales centradas en valores que pretenden dar a las nuevas generaciones óptimas condiciones de crecimiento integral. Sin embargo se escapa de la lente del problema, aquel acompañante fuerte pero sutil que espera paciente tras la pantalla bajo el beneplácito y patrocinio (por lo menos económico) de los padres. El cabezote de una popular serie “juvenil” de televisión por cable, se jacta de dar consejos de moda a las chicas, que borrarían de tajo los muchos esfuerzos del mundo adulto por formar a los jóvenes para un mundo más justo, equitativo e incluyente. Es el ejemplo de “Los diarios de Carrie” (Carrie’s diaries) “La ropa dice mucho de las personas. La tuya dice que no sales con nadie”, o “No eres cursi, simplemente naciste en el lugar y el momento equivocado…” Vale la pena tener en cuenta que esta serie se transmite por boomerang, un canal dirigido a niños y niñas desde los 7 hasta los 13 años. Podrían citarse cientos de ejemplos presentados en la “franja familiar”.
Por supuesto que se escapa a los medios de comunicación el hecho de que dichos contenidos solo se presenten bajo la supervisión de un adulto. Pero si es corresponsabilidad de dichos medios, reconocer las dinámicas familiares actuales y facilitar en alguna medida el trabajo de los padres y madres. A la familia por su parte, le corresponderá decidir qué porcentaje de su atención y su precioso tiempo seguirá cediendo a las pantallas y si vale la pena dar un paso al frente hacia una nueva cultura familiar en la cual sea una prioridad la formación de valores como la solidaridad, el respeto por la diferencia, el esfuerzo, la generosidad, la constancia, la responsabilidad, el amor al otro, el servicio.
*(Instituto Brasilero de Opinión Pública y Estadística para Colombia
Carlos Santiago Cano Rodas.
Terapeuta familiar y de pareja.
Director ejecutivo Protege tu Corazón Colombia
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