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8 COSAS QUE TU HIJO NECESITA DE TI Y NUNCA TE PEDIRA

  • Carlos Santiago Cano Rodas
  • 16 feb 2016
  • 9 Min. de lectura

Basado en el módulo Educación de la Voluntad de Protege tu Corazón



Hace unos años, tuve la oportunidad de hospedarme en un lugar hermoso en las afueras de Manizales, mientras dictaba unas conferencias con Protege tu Corazón (www.protegetucorazon.com). Este lugar era verdaderamente mágico, pues contaba además con un parque eco turístico, entre cuyos atractivos había un mariposario. Tuve la oportunidad de pasearme por el lugar y conocer especies de todos los colores y tamaños. Lo que más me marcó, fue estar en el preciso instante en que una mariposa, intentaba salir de su crisálida. El encargado del lugar nos acompañaba y explicaba de qué especie se trataba… Me vi tentado en varias ocasiones a “ayudarle” a la mariposita que hacía múltiples esfuerzos por salir, pues quería facilitarle el duro tránsito y poder ver sin tanta espera el maravilloso resultado. “¡No se les ocurra!” dijo con determinación el encargado al ver que uno de los curiosos, con un palito trataba de desenrollar las patitas y alitas de la mariposita. “Eso es la muerte para la pobre… ella necesita hacer la fuerza sola porque si no, luego no vuela y se muere”. Así de sencillo. Era claro en este caso el efecto que podría tener ese tipo de compasión en la esperanza de vida de una especie.



Muchas veces como papás, somos movidos por ese mismo tipo de compasión cuando de formar a nuestros hijos se trata. Los amamos profundamente y no quisiéramos que pasaran malos ratos o se enfrentaran a una situación difícil. Pensamos que una de nuestras funciones en la vida, es facilitar la de ellos. Sin embargo y aunque de esto mucho se habla, podemos pasar a ser los principales responsables de formar en ellos un carácter débil, incapaz de volar hacia la libertad y hacia proyectos de vida ambiciosos, un carácter que no sabe ni puede amar bien, aunque quiera.


Pero, ¿no es exagerado pensar que por facilitar la vida de nuestros hijos, les impediremos amar bien o incluso, ser felices?... no, no es exagerado. El amor no es algo que nace con uno o que simplemente se lleva a cabo por repetición. Esas serían las manifestaciones de afecto, que son muy distintas a las motivaciones del amor. Yo puedo ser muy cariñoso, dulce, mimoso, pero puedo a la vez amar mal, escoger mal y tener una relación conmigo mismo y con los demás, completamente carente de sentido. Es precisamente el Sentido del Amor, lo que se adquiere en el día a día de la vida familiar. Podemos enseñar a nuestros hijos a que amen bien, a que opten por cosas buenas y por lo tanto difíciles de alcanzar.


El arte de querer, el querer bien, son conceptos que pueden resumirse en una palabra: La Voluntad. Para Einstein existía una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad o la energía atómica y era precisamente la Voluntad. Es una fuerza que nos permite amar y también alcanzar un máximo potencial en cada una de nuestras dimensiones, movidos por algo grande. ¿Pero cómo podemos formar la Voluntad en nuestros hijos? ¿Podríamos pensar que uno de nuestros hijos tiene más o menos voluntad que otro?... probablemente tendrá la voluntad más o menos ejercitada, desarrollada. Pero la voluntad de todos nosotros cuenta con un potencial inmenso y en la escuela cotidiana del hogar, podemos usar algunos recursos para ejercitarla.


En primer lugar debemos tener en cuenta que la voluntad atraviesa nuestra integridad. Está relacionada con todas nuestras dimensiones (física, emocional, social), pero radica en su desarrollo en las dimensiones trascendental y racional. Estas dos dimensiones nos dan ese regalo de la libertad y de alcanzar un potencial mayor cada vez. Esto nos diferencia de las demás especies, pues un gato es perfecto en sí, no puede mejorar su naturaleza. Podrá ser más entrenado, más condicionado. Pero sus acciones y motivaciones son perfectas, está ya terminado. Lo mismo pasaría con las frutas, las plantas… de por sí no pueden hacer un empeño para ser “mejores”. Son mejores por la acción del hombre, por los cuidados. El hombre puede ser mejor por una decisión propia y aunque no podemos hacer que nuestros hijos sean mejores, ya que esta es una decisión libre y autónoma, si podemos motivarlos a que conozcan, prefieran y escojan las cosas buenas. En esto, radica en gran medida la voluntad. Pues Voluntad, viene de VOLO que significa querer. Podríamos decir entonces que Voluntad es el arte de escoger el bien.



Para que nuestros hijos escojan el bien, deben estar familiarizados con este. Por eso el ejemplo de nosotros, sus padres, es como siempre la primera recomendación. Si en nuestra familia giramos en torno a unos valores claros, que dan valor a la vida, a las decisiones que tomamos, seguramente estos mismos valores, nos ayudarán a elevar ese potencial al máximo. ¿Para qué los valores? ¿Para qué queremos que nuestros hijos tengan una voluntad firme?


Seguramente la felicidad sería la respuesta. Pero en un sentido profundo, no existe tal felicidad sin la capacidad de amar y ser amado. Quisiéramos para nuestros hijos la felicidad sin duda. Hablar de Voluntad, de Querer, implica necesariamente hablar de felicidad. Nuestros hijos, incluso nosotros, podemos confundir la felicidad con pasarla bien. Podemos hacer todo lo necesario para que nuestros hijos la pasen bien, para que “no sufran”, pero eso no garantizará que tengan felicidad. Pues la felicidad sería el resultado de las decisiones alrededor de una meta, de un sentido de vida. La felicidad es el máximo potencial que podemos alcanzar en la dimensión trascendental.



Podemos enumerar entonces, 8 cosas que tu hijo necesita para moverse a escoger lo bueno. Como nuestros hijos por sí solos no escogerán lo bueno, o por lo menos no al principio, entonces hay que antojarlos a que lo hagan:


  1. Que le ayudes a formar el autocontrol: Tener el control es quizá una de las cosas que más sensación de libertad da. El autocontrol emocional se puede formar gradualmente en los niños de acuerdo a su edad. En casa siempre tendremos oportunidad para hacerlo: Mientras se espera la cena, cuando estamos en un restaurante e invitamos a los niños a que permitan que los demás ordenen la comida primero, a que coman despacio, a que posterguen durante unos minutos el comienzo del juego o de la hora de TV, regulando precisamente el uso de las pantallas y videojuegos, no dando lo que piden de manera inmediata, invitándolos al ahorro…

  2. Que escojas lo bueno con entusiasmo: Todo el tiempo los niños nos están mirando y siguiendo. Si de manera consciente y alegre ponemos los valores en un lugar importante de nuestras vidas, ellos naturalmente lo harán. Será algo habitual para ellos. Muchas veces esperamos que nuestros hijos escojan las cosas buenas a pesar de que en casa pocas veces nos referimos a ellas. Podemos mostrar entusiasmo hacia el bien cuando llegamos con buena disposición del trabajo, cuando agradecemos las cosas buenas que tenemos, cuando cuidamos los recursos, cuando decimos la verdad y estamos dispuestos a afrontar las consecuencias de obrar con justicia, cuando obedecemos las normas de tránsito y respetamos la autoridad, cuando pedimos perdón. Si nosotros seguimos los valores y al hacerlo manifestamos alegría, en nuestros hijos se hará natural escogerlos.

  3. Que te vigiles a ti mismo: En las etapas del desarrollo de nuestros hijos, sobretodo en la primera infancia, aprovechamos toda oportunidad para formar, educar, enseñar. Comenzar por trazarnos nosotros mismos propósitos de mejora y cumplirlos da a los hijos el mensaje de que todos necesitamos mejorar y que debemos hacerlo continuamente. La mejor manera de exigir a nuestros hijos es comenzar por exigirnos nosotros mismos. Un ejemplo muy actual es relativo al uso de las tecnologías de la información. Muchas veces nos agobia el uso que los niños y jóvenes dan a su celular o a las consolas de videojuegos, pero a veces guardamos silencio porque sabemos que tenemos rabo de paja. Si nosotros crecemos y cambiamos ciertas actitudes daremos un solo mensaje y tendremos más autoridad para enseñar.

  4. Que lo eduques para el esfuerzo: La familia es el sistema social por excelencia. Allí suceden cosas que no suceden en ningún otro lugar. Todo se nos perdona, tenemos mil oportunidades de recomenzar y de aprender. Pero es también en la familia en donde se nos puede llegar a facilitar demasiado las cosas. La expresión del “hotel mamá”, es un claro ejemplo de ello. Tenemos todo a cambio de muy poco y a veces la facilidad es un valor más preciado que el trabajo. Es cierto que no esperamos que nuestros hijos nos retribuyan lo que les hemos dado, de la misma manera en que sabemos que no podríamos compensar el esfuerzo hecho por nuestros padres. Sin embargo se corre el riesgo de que se crezca pensando que todo se merece y que no se debe nada. Pequeños encargos y responsabilidades como hacerse cargo de la ropa sucia, tender la cama, lavar la ropa interior, organizar el cuarto, hacer las tareas bien, lavar los platos de vez en cuando, son medios que ayudan a que nuestros hijos ejerciten su voluntad y afectividad, haciendo cosas que sin ser placenteras, son muy valiosas. Por eso es importante:

  5. Deja que la realidad sea su maestra: Aunque la familia es un sistema social fuera de serie y funciona bajo una lógica única, es allí donde aprendemos a vivir en la realidad. Formamos a nuestros hijos para que se vayan de casa y para que lo hagan bien. No los formamos para que se queden toda la vida viviendo en el “hotel mamá”. Que por nuestro empeño en facilitarles todo, no terminemos atrofiando las alas que les darán la libertad de hacerse una vida propia. Aquí se hace muy importante el dejar que asuman las consecuencias grandes o pequeñas de sus acciones. Es común ver en las porterías de los colegios el letrero: “No se pueden dejar encargos en portería”. Medida que ha sido motivada por el juego de amor y dependencia al que llegamos muchas veces con nuestros hijos. Tú lo dejas en casa y yo te lo llevo al colegio… Y no hablamos de niños de 8 o 9 años. Se trata de estudiantes de bachillerato quienes acostumbrados a que sus papás les salven el pellejo todo el tiempo, no desarrollan la capacidad de hacerse cargo de sus cosas. Si aprenden esta pauta en casa, entonces ¿qué pasará en sus trabajos?, ¿en sus matrimonios? Aquí empieza a tener sentido el hecho de que el amor y la disposición a luchar por grandes causas estén tan relacionados con esto.

  6. Estimúlalo y motívalo: En una ocasión conocí a un papá, que para “motivar” a su hijo a hacer las tareas le pagaba por cada una de las que le presentara realizadas. Del colegio llamaron a este papá a decirle que su hijo se estaba inventando tareas y que las escribía en la agenda y todo. Conclusión: Al no saber motivar y ofrecer dinero o regalos a cambio de responsabilidades, se pierde el verdadero sentido de las cosas. En este caso, para el niño, una responsabilidad era simplemente un medio para obtener dinero. Se había deformado completamente el verdadero sentido de las cosas. Saber motivar es recordar siempre el sentido del esfuerzo, del trabajo y de los demás valores. Centrarnos en lo que hace especiales a nuestros hijos. Si los apreciamos o motivamos solo por las cosas que hacen bien, ellos crecerán pensando que las cosas que hacen son las que los definen y eso no es así. Eres valioso por el simple hecho de ser… no te amaré más si haces las cosas mejor… pero creo que puedes hacerlas mejor.

  7. Aprovecha el día a día en casa: La vida familiar es en sí, una escuela de formación de la voluntad. Una ida a un restaurante, un paseo en el que cada uno tiene su rol y su encargo, el hecho de que se tengan que turnar la ventanilla del carro o el tipo de música que se oye en el trayecto. No impidamos que nuestros hijos tengan que negociar, llegar a acuerdos, resolver conflictos. Sabrán que en la vida no se hace lo que ellos quieren, sino que es necesario contar con la libertad del otro, con sus gustos y necesidades. La familia, especialmente cuando hay otros hijos, permite que se den situaciones que hacen las veces de laboratorio de la vida real. Si no tenemos más hijos, conviene permitir momentos en los que se les diga que no y que tengan que compartir y pensar en el otro, antes que en ellos mismos. Hacerse cargo de sus cosas y ayudar a los demás en las suyas, será importante para la formación de la sensibilidad y solidaridad. Valores tan necesarios como escasos en el mundo que les rodea.

  1. Usa el dinero inteligentemente: El dinero es un medio, no un fin. Pero a veces lo usamos para compensar los vacíos emocionales que hemos dejado en ellos. Recordando al filósofo español Carlos Llano: “Hay una pleonexia que es un apetito insaciable de tener cosas materiales… Para Platón, la pleonexia era una enfermedad… para nosotros, es símbolo de éxito”. Hoy estamos ante la cultura del tener sobre el ser. Es difícil educar la voluntad cuando falta mucho y cuando sobra. Sin embargo, la escasez, permite que las situaciones difíciles activen en nosotros unos mecanismos de resiliencia que nos llevan a tener que esforzarnos más. En la abundancia, dichos mecanismos no se hacen necesarios. Facilitarles la vida a veces, consiste en darles todo lo que no tuvimos y haciendo eso, dejamos de darles lo que sí tuvimos.



Que estos regalos que debemos a nuestros hijos, sean un proyecto de familia para hacer más posible a nuestros hijos el encontrarse con el sentido de la vida, con el amor verdadero y con la libertad.


 
 
 

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