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EL PODER FEMENINO

  • Maria Claudia García
  • 20 mar 2016
  • 3 Min. de lectura


El papel de la mujer a lo largo de los años ha ido evolucionando, sobre todo en el siglo pasado en donde la mujer se liberó y se empoderó. No sé si venimos cargando el sentimiento de culpa de Eva por haberse comido esa manzana, pero muchas de nosotras crecimos inseguras, educadas por madres que también lo eran y que claramente no pudieron darnos herramientas para crecer porque ellas mismas no las tenían. Crecimos con vacios emocionales, con muchos miedos y terror a la soledad; adiestradas por los cuentos de princesas en donde solo serías feliz si conseguías el hombre que te complementara. Pero muchas aún no lo han encontrado o se les perdió en el camino y no disfrutan de su maravilloso presente esperando que alguien llegue a salvarlas, lo sé porque ya estuve allí y no fui feliz.


Luego de un divorcio y varias decepciones amorosas entré en un proceso de introspección y autoconocimiento. Comencé a amarme y valorarme como nunca antes lo había hecho, a cuidarme, a reconocer mis fortalezas y dones. Por fin estoy plácidamente deleitándome de mi buena compañía. Y en este momento no planeo negociar mi paz por tener a alguien al lado, me tengo a mí y eso es bastante. Y no me refiero que quiera estar sola por el resto de la vida, solo que cuando llegue la persona indicada no pondré mis miedos y ansiedades sobre él, sino que lo haré parte de un maravilloso mundo que he construido lleno de tranquilidad.



Por eso me alegra el despertar espiritual de muchas mujeres que buscan formar en sus hogares templos de amor, de amor real no de apariencias. De esas mujeres fuertes y exitosas que construyen en su red de amigas un ejército de apoyo, en los buenos y malos momentos. Las que se alejan de personas toxicas y eliminan lo negativo de sus vidas. Esas mujeres que aceptan sus defectos y trabajan en mejorarlos cada día, esas que a partir de sus errores y momentos de oscuridad forjan un nuevo futuro, lleno de luz y alegría.


Adoro a esas mujeres que ayudan a otras mujeres a sentirse más seguras, a pesar de sus propias inseguridades, y que no temen pedir ayuda cuando lo necesitan. Que siempre ven lo bueno en los otros y que evitan estar criticando, porque decidieron dejar de oír su ego y le prestaron atención a su voz interior llena de amor. Esas mujeres que creen en Dios, en la divinidad o en un ser supremo y esperan pacientes, porque saben que el tiempo de Él es perfecto.


El poder femenino está en amarte, en confiar en tu intuición, en disfrutar de ti misma, en perdonar al que te hizo daño, en escuchar para aprender de la sabiduría del otro, en cambiar lo que no te gusta por algo mejor, en moverte de la zona de confort, en verte al espejo y sentirte hermosa, en construir sanas relaciones y sentirse plena en todo sentido de la vida, aunque ésta no sea perfecta.


El poder femenino está en hacer de tus problemas retos que te impulsen a ser mejor mujer, madre, hija, hermana y amiga cada día.


Te invito a sacar tu poder, a llevar alegría a las vidas de aquellas personas que te rodean, a ser luz en el camino de otros, a dar amor por toneladas, a respetarte y a cuidar tu niña interior. A que te valores por lo que has recorrido, por esos errores que te hicieron fuerte y por esas malas decisiones que te hicieron una guerrera. Te invito a cuidar y proteger a todas las de tu género, a aceptarlas con sus defectos, ayudarlas a crecer y a celebrar sus éxitos. Porque Dios te creo para llevar a cabo el maravilloso milagro de dar vida, para ser luz y paz.



Mujer decide hacer de este viaje un paseo extraordinario. Que las circunstancias no definan lo que será tu vida, sino que tus decisiones te impulsen a ser mejor cada día.


Feliz mes de la mujer.


Con todo mi amor,

María Claudia García, conferencista.


 
 
 

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