top of page

SOY “COOL”

  • Luis Felipe Buitrago
  • 2 ago 2016
  • 3 Min. de lectura

Vivimos en un mundo que viene cambiando a pasos agigantados en estas últimas décadas. Hace pocos años pensar en poder hacer una video llamada desde un celular era algo inimaginable, guardar archivos en un disco era un absurdo, ¿llevar gran cantidad de información en una tarjeta de memoria del tamaño de una estampilla?, ¿a qué loco se le ocurre eso?


Hoy podemos hacer muchas de esas cosas y aún muchísimas más. Nuestros hijos pequeños no conciben la vida sin cds, sin celulares, sin juegos electrónicos portátiles, sin tabletas ni teléfonos inteligentes, sin computadores portátiles, sin tecnología. Ellos no pueden creer que antes la música y los videos se grababan en cintas especiales para ello como eran los cassettes; que los computadores funcionaban en enormes cuartos y había que introducir unas tarjetas perforadas que tenían unos códigos binarios que los computadores reconocían y permitían acceso a trabajar en pantallas de color verde o blanco en algunos casos. Que las tareas del colegio nos las mandaban escritas todos los días en una libreta que llamábamos “control de tareas” y que nuestros padres debían revisar y firmar todos los días para devolverla al colegio al día siguiente.

Las ciudades distaban mucho unas de otras, porque no era fácil tomar un vuelo para llegar a otro destino, porque las telecomunicaciones nos permitían llamar a un teléfono fijo pero la persona que necesitábamos debía estar en el sitio donde estaba ubicado el teléfono para poder hablar con ella.


Hoy vivimos en un mundo acelerado, de grandes ciudades y de pueblos que ya no son pueblos. Donde todo el mundo anda a mil revoluciones por minuto y donde el estrés es una de las enfermedades más comunes y peligrosas para el ser humano. Donde estamos internacionalizando niños desde los 9 años de edad mandándolos de intercambios estudiantiles; donde los jóvenes piensan en estudiar carreras con nombres impronunciables o que ni siquiera sabíamos que existían.


Vivimos pensando en los últimos adelantos de la tecnología, cuidamos nuestros celulares y tabletas como si fueran los objetos más preciados de nuestras vidas y consumimos todo lo que el mercadeo nos ponga frente a nuestros ojos en un afán de ir más allá a la mayor velocidad posible. Cuidamos nuestros autos, nuestra ropa, nuestra apariencia, nuestra imagen, nuestra casa, nuestro cuerpo. Las tarjetas débito y crédito se han convertido en nuestros aliados más importantes y las usamos para todo. Compramos en cualquier parte del mundo desde nuestros teléfonos inteligentes. Aprendemos a usar nuestro teléfono como un apéndice de nuestras manos y de nuestro cerebro.


Pero, ¿qué pasa con nuestros recursos naturales? ¿Los estamos cuidando igual? Son recursos no renovables que usamos sin control y que algún día se van a terminar. ¿Entonces qué vamos a hacer? ¿De qué nos van a servir los celulares, los vehículos, los computadores, las tarjetas de crédito, la ropa? Si no tomamos conciencia de que el desarrollo desenfrenado nos está apartando de la naturaleza, entonces estaremos dejando que nuestro planeta deje de existir lentamente.


Estamos siendo golpeados por grandes cambios climáticos que afectan la producción natural de agua, estamos viviendo desde hace varios años fenómenos del niño, de la niña o cualquier otro sin importar el nombre que le pongan. Estamos viviendo sequías que antes no se veían; lluvias con inundaciones que eran poco comunes; tornados en lugares donde jamás habían oído hablar de ellos; olas de calor interminables y olas de frío extremo que termina cobrando vidas humanas, animales y vegetales.


Latinoamérica no es ajena a esto. En los últimos años hemos visto varios países sufrir con sequías extremas y hemos visto morir la fauna y la flora de esos sitios sin poder hacer nada al respecto. Ya es hora de que comencemos a colaborar con nuestro planeta. Es hora de que organicemos nuestras prioridades y le demos la importancia que merece a cuidar nuestra casa. Debemos darle vida a nuestra casa para que podamos estar a gusto en ella con todas las innovaciones tecnológicas que podamos tener. Llegó el momento de refrescar nuestra mente y sembrar vida en nuestros corazones. El agua es vida, es fuente inimaginable de riquezas, sin ella no existiríamos ni tendríamos posibilidad de tener ni de crear nada. Tomemos conciencia hoy mismo y demos un giro completo a nuestra vida. Tomemos las riendas de nuestro planeta y digamos NO al desperdicio de agua. El agua refresca, da energía, da vida, da alimentos; es fresca.



En nuestra sociedad hay que hacer o tener ciertas cosas para que nuestros compañeros nos den su aprobación, su reconocimiento social y digan que uno es “cool”, que es popular.


YO CUIDO EL AGUA… YO SOY “COOL”. Y tu?


 
 
 

Comments


Who's Behind The Blog
COMPARTE EN REDES SOCIALES
  • Facebook Social Icon
  • Twitter Social Icon
bottom of page